viernes, 19 de agosto de 2011

Sed

Bebiendo de manantiales que no aman, mi reflejo sobre sus aguas, bañándome el alma no; con sus fluidas corrientes, sino con la rudeza de sus rocas, su arena, el polvo,  las espinas que crecen a sus orillas, con las escamas de los que habitan su profundidad.
Culpas ajenas que debo cargar como penitente portador de cruces, como can escondido bajo la repisa de cualquier santo olvidado, que puede dormir tranquilo, solo hasta que este haga milagros, que te he hecho yo para que me ames como la mar al acantilado, al que golpea hasta correrlo de sus cimientos,  cuál es tu herida preferida de todas las exhibes en tu vitrina de dolores, donde esta el lugar, ese; en qué prefieres tu enterrar tu lanza y verme morir  despacio.
Tomo agua de fuentes, una es amarga; la de la amargura, la de las culpas que me envenena y acecha mis pasos, la que se  detiene sobre mis dedos para ver el dolor en mis ojos. Esa; a la que me prometí  hasta la decisión amar, la insaciable la que no entiende razones, la amantísima hija del dios  oro que hasta la locura es capaz de seguirle, por no entender su lejanía. Letanías, a su ausencia declama al pasar el tiempo, llantos; gemidos del alma prisionera, de victorias que el tiempo no construyo y a las que no te presentaste.
Y ahora dime cual es el precio que debo pagar por vivir…. y en ese ejercicio errar y equivocarse, para aprender de lo vivido.

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